30.11.06

Parménides; el ser-Uno y el alcance de las palabras

Parménides de Elea (540/450 antes de Cristo) fue un importante filósofo griego, uno de los primeros en emplear el pensamiento lógico para acercarse a la verdad, aunque Bertrand Russell califica su lógica como "lógica metafísica"... .Parménides sugiere que para llegar a ella hay que alejarse de la vía de la opinión de los mortales, los cuales "nada saben y andan errantes". Es decir, es menester abandonar lo que los sentidos nos revelan y acudir al pensamiento, pero no cualquier pensamiento, sino aquel que se basa en las premisas correctas, ya que sólo a partir de éstas es posible una aproximación a la verdad. En otras palabras, empleando la deducción podremos por fin asirla de una forma fiable. De esto se desprende que verdad y error son deducidos; el resultado al que lleguemos dependerá del punto de partida que escogamos.

Un aspecto importante de la teoría de Parménides es que proviene de analizar el sentido y significado de ciertos conceptos relacionados lógicamente. Al ser su teoría consecuencia del pensamiento racional, puede ser demostrada por cualquiera que haga valer tal razonamiento. Esto es relevante porque aunque los presocráticos anteriores (Tales, Anaximandro, Anaxímenes, Pitágoras, Heráclito... ) siguieron un procedimiento racional, sus conclusiones se basaban en la experiencia. Parménides, por su parte, establece que el mundo sensitivo es "pura ilusión", que los sentidos nos engañana, y que sólo mediante el razonamiento (lógico) y no la experiencia, es posible llegar a la verdad de las cosas.

Para Parménides, existe una identidad entre ser y pensar, porque no hay conocimiento autónomo al margen del ser). El ser es y no es posible que deje de ser. El ser se define como oposición a "no-ser". El único ser verdadero es el Único, el Uno. Pero este uno no es un Dios como el actual, sino más bien un ente material y extenso, semejante a una esfera. Pareménides enumera las determinaciones conceptuales del contenido del Ser:

- La imposibilidad de que nazca a partir de un "no-ser" u otro "Ser", pues esto es irreconciliable con la disyuntiva "Ser/no-Ser".

- Ese 'nacimiento' o surgimiento implicaría un antes y un después, que son incompatibles con el Ser, ya que este es, sin evolución, historia ni desarrollo. Desde el punto de vista temporal, el Ser no ha surgido, y es indestructible.

- Espacialmente, el Ser es un todo unitario cerrado sobre sí, o sea, no tiene partes, ni huecos. Es, por tanto, indivisible.

- El ser no carece de nada. Al ser un ente inmóvil, no se modifica; si no, sería posible modificarlo para llegar a la perfección. El Ser es, pues, perfecto.

La conclusión a la que llega Parménides es que el Ser es una esfera perfectamente simétrica, homogénea y cerrada sobre sí misma.

Según Parménides, las apariencias engañan. Para llegar a la verdad, necesitamos la revelación de una 'diosa', aunque una diosa no en un sentido mítico. Sus revelaciones son comprensibles racionalmente. Es imprescindible situarse en el marco del saber de la verdad (marco siempre racional y lógico) para entender que las apariencias no son más que eso. El "llegar a ser y perecer, cambiar y variar" todo ello no es más que lo que no es. Y esto es así porque, en efecto, sólo lo que es es Ser, y el Ser se caracteriza, como he comentado, por su inmovilidad.

Esta es, quizá, la idea más crucial que aporta Parménides. Él concibe que un nombre no dice "nada real", o sea, que la palabra se concibe sólo como un nombre que se da a la cosa; la cosa no es su nombre, sino que tan sólo 'recibe' "un" nombre. Tal pensamiento aboca a la idea revolucionaria de disociación entre nombre y cosa, algo que hasta entonces siempre había permanecido inseparable.

La palabra nombra y al nombrar una cosa ésta aparece. Pero si la palabra es solo nombre, entonces no llega a respresentar el verdadero ser de la cosa. De aquí deriva una idea bastante inquietante, y que me gustaría que cerrase este breve esquema sobre Parménides: si los nombres no representan el verdadero ser de las cosas que enuncian, y si la Filosofía no es más que un conjunto de palabras, ¿supone esto que, en el caso de que Parménides estuviese en lo cierto, la corrección y el alcance de la misma debería cuestionarse? En otras palabras, ¿no debería el filósofo guardar silencio ante la verdad, porque la desconoce por completo, habida cuenta que él no es capaz de comunicar el ser de las cosas, sino tan sólo el nombre, el cual quizá emmascare y difume completamente el verdadero significado de todas las cosas en cuestión?

23.11.06

Razonamientos y método científico

Según Alfredo Deaño, los razonamientos son "un tipo de pensamientos cuyo rasgo característico es que en él se produce siempre el paso de una o más afirmaciones que tomamos como el punto de partida a una afirmación que se sigue de aquellas". O sea, la idea es derivar una conclusión de unas premisas. Éso es un razonamiento. De ahí que imaginar, recordar o inventar no sean razonamientos. Son sólo otras formas de pensamiento.

Generalmente empleamos dos tipos de razonamientos: la deducción y la inducción. Según el DRAE, y para empezar:

Deducción es el método por el cual se procede lógicamente de lo universal a lo particular.

Inducción es extraer, a partir de determinadas observaciones o experiencias particulares, el principio general que en ellas está implícito.

Las premisas de que parte un razonamiento deductivo se consideran ciertas desde el principio, como axiomas. Son enunciados que se toman como ciertos sin más, porque la lógica, el sentido común, la experiencia o los sentidos nos sugieren que así debemos hacerlo. Un razonamiento de este tipo, según dice Paul Davies, "no pasa de ser un método para procesar hechos o conceptos para presentarlos de una forma más útil o interesante". En realidad, tales argumentos no sirven para aportar algo "nuevo", porque todo está ya contenido de una forma u otra en las premisas. Por ejemplo, Euclides, un famoso geómetra griego del siglo III antes de Cristo, enunció cinco axiomas sobre los que se basaba la geometría. Eran axiomas fundamentales, pero avances posteriores dieron al traste con algunos de ellos. En el Universo, la geometría de Euclides no es del todo correcta; han fallado sus axiomas porque los sentidos o la experiencia a veces no sirven a mayores niveles de conocimiento. Deducir es pura lógica: a partir de unas premisas se obtiene una conclusión. En realidad no importa lo que se diga: si el esquema lógico es correcto, la conclusión será verdadera. Una conclusión deducida es válida si no hay manera de plantearse el asunto desde una óptica en que las premisas sean verdaderas y la conclusión falsa.

El razonamiento inductivo es más comprensivo; parte también de una serie de hechos o hipótesis, y a partir de ellos llega a la conclusión, pero lo hace de forma generalizada. Yo puedo afirmar que mañana el Sol saldrá más o menos por el este y se pondrá por el oeste, y puedo estar razonablemente seguro de ello, porque se trata de un razonamiento inductivo basado en una generalización: el Sol siempre se comporta de esta manera (al menos, hasta ahora). Pero ello no implica que estas "leyes" sean ciertas, sólo que lo son muy probablemente, pero nunca con una certeza absoluta. El que veamos cien cuervos negros nos sugiere que el próximo que observemos también lo será, pero no es imposible que sea blanco (aunque sí muy muy improbable...).

Cuando hay un número limitado de observaciones o experiencias y no hay forma de razonar deductivamente, los científicos emplean la inducción. La física es casi toda ella puro razonamiento inductivo. Pero a veces, y según Karl Popper las más de ellas, los científicos ni siquiera hacen uso de este procedimiento. Cuando se realiza un descubrimiento, los científicos, por el contrario, retroceden para elaborar hipótesis compatibles con él, y a partir de esa hipótesis deducen ciertas consecuencias que se pueden comprobar experimentalmente.

De esto se deduce, siguiendo un poco a Paul Feyerabend, que hay cierta "anarquía" en el proceder de la ciencia, la cual no avanza siempre por métodos deductivos o inductivos. En ocasiones, entra en juego la imaginación o la inspiración, y mediante ellas un investigador o un pensador resuelven problemas, analizan situaciones o describen hechos de una forma que hubiese sido imposible en caso de emplear la deducción o la inducción.

Por lo tanto, hay que evitar glorificar el método científico, porque aunque mediante él hemos descubierto enormes maravillas y hemos acercado a la Humanidad a un saber profundo y útil, lo cierto es que en muchas ocasiones ese método, este procedimiento empírico, está basado en más vaguedades y simplezas intelectuales de las que imaginamos. Los razonamientos sirven para aprender, para saber más acerca del mundo, pero a veces, en efecto, se llega al conocimiento científico sin seguir para nada el método científico.

17.11.06

Dejando atrás al mito... o intentándolo (Mito, logos y algo sobre Tales)

Es muy habitual en los textos de Filosofía mencionar que uno de los mayores frutos conseguidos por los presocráticos era, sin duda, haber facilitado el paso del “mito al logos”, o lo que es lo mismo, el tránsito desde el pensamiento mítico, identificado con los dioses, al pensamiento racional, basado en la observación y la experiencia, en definitiva, en la razón.

No obstante, también es cierto que en los albores de la filosofía occidental, el mito y el logos tenían una relación bastante próxima, en el sentido de haber aún ciertos rasgos míticos en las concepciones de algunos de aquellos pensadores presocráticos.

El tránsito de una forma de pensamiento a otra es, también sin duda alguna, uno de los momentos más importantes de la civilización occidental (y, por ende, de la especie humana), porque representa el instante en que la inteligencia separa, aún tímidamente, las maneras típicas de enfocar los problemas existentes. Para explicar el origen del mundo, por ejemplo, Hesiodo, poeta griego del siglo VIII antes de Cristo, menciona un sinfín de dioses y diosas los cuales son los responsables directos de todo lo existente. En cambio, presocráticos como Tales o Anaxímenes hablan de hechos, accesibles para todos aquellos que dispongan de razón y estén dispuestos a utilizarla. El mundo se vuelve entonces comprensible, racional, ya no se trata de la voluntad divina la que maneja los entresijos del cosmos (o, mejor, del kosmos), sino que los procesos naturales pueden bastar por sí mismos para dar cuenta del mundo.

Ahora bien, el mito permanece en los presocráticos aún, y pese a que lo haga de una forma impersonal e intentando no ser vista, queda patente en las reflexiones de Tales, por ejemplo. Tales trata de “desmitologizar” a la naturaleza, pensando racionalmente de qué modo pudieron, elementos naturales, ser los responsables de la formación del universo. En su búsqueda de la respuesta, Tales halla que todo deriva del agua. A ese respecto escribe Aristóteles: “Concibió [Tales] tal suposición tal vez por ver que el alimento de todas las cosas es húmedo, y porque de lo húmedo nace el propio calor y por él vive [...]. Además las semillas de todas las cosas tienen naturaleza húmeda y el agua es el principio de la naturaleza para las cosas húmedas”. Puede parecer un razonamiento un poco tosco, aun lejano de los tiempos científicos (‘el alimento de todas las cosas es húmedo’, ‘las semillas tienen naturaleza húmeda’, etc... .), pero ahí reside precisamente el logro presocrático: ser capaz de razonar por sí mismos una explicación del mundo sin la participación directa de los dioses. No interesa tanto la respuesta que dieron los presocráticos a las preguntas que se hacían, sino esas mismas preguntas y la forma, el procedimiento que emplearon para intentar resolverlas.

Sobre Tales vale la pena mencionar también una frase a él atribuida: “todo está lleno de dioses”. La materia, para los presocráticos, está viva, y tiene su movimiento precisamente a causa de ello. El alma es principio de movimiento; todo lo que tiene movimiento tiene alma; la materia tiene movimiento; luego la materia tiene alma (esto es, por cierto, un ejemplo perfecto de inferencia formalmente válida, algo que estudia la Lógica, parte importante [aunque un tanto adusta] de la Filosofía). De modo que Tales habla en el sentido, no necesariamente de que los dioses aún duermen en la estructura profunda del universo, sino quizá que, en la materia, persiste algo divino, algo que aún está más allá de la razón, del entendimiento común... pero que no son las acciones de los dioses. Es como si admitiera que aún queda mucho por aprender en cuanto a la materia y al mundo, como si la esencia propia de las cosas (vivas, según ellos) no fuera aún comprensible.
Estas breves notas apuntan a que, de un modo u otro, el mito permanece vivo en la raíz de las concepciones e ideas de los presocráticos. Y tampoco cabe extrañarse por ello, habida cuenta de que el mito ha estado ligado al pensamiento humano desde los albores del mismo. Además, el mito no es sólo una ingenua y vacía forma de ver el mundo, no es en absoluto una expresión literaria de él sin más intención que la de cautivar a las gentes, es mucho más que una representación banal y simple del universo. En efecto, hay que desterrar la idea de que el mito supone la ignorancia antigua y, en cambio, el logos es el responsable del saber moderno. Puede que el mito tuviese carencias conceptuales muy importantes, pero aspira, al igual que el logos, a revelar cuál es la condición humana, de modo que muchos de los mitos pueden tener una base, unos cimientos verdaderos. El propio Platón, cuando parecía que el mito había pasado a un segundo plano, los presenta como una forma literaria de expresar las verdades que escapan de la experiencia y el entendimiento racional.

El mismo Tales pudo basarse en concepciones míticas a la hora de reflexionar en profundidad sobre el agua como principio creador. Es sabido que Homero llamó al “Océano” ‘padre de todas las cosas’, y que en ciertas cosmologías orientales, que Tales posiblemente conocía, el agua jugaba un papel bastante importante. Aunque Tales huya de emplear conceptos míticos, lo cierto es que estos parecen sobrevolar de alguna forma en el cielo de su pensamiento.

De todo esto, lo que me gustaría destacar es que el tránsito del mito al logos no supone el paso desde el error hasta la verdad. Claro está que el uso de la razón fue determinante para nuestra posterior evolución como civilización, y que a ella le debemos mucho, pero el mito no debe permanecer como sinónimo de desconocimiento, de saber oscurantista y lejano. Guarda en su esencia la razón de la existencia humana, y es un método tan bueno como cualquier otro de intentar hacer nuestro y comprensible, humano, a un universo hostil, complejo e indiferente para con nosotros. Es cierto que no es válido para describir los procesos naturales, y que la formación de un rayo puede explicarse mucho mejor entendiéndolo como fenómeno eléctrico que como consecuencia de la ira de Zeus. Sin embargo, si abandonamos completa y absolutamente la visión mítica del mundo, quizá estemos perdiendo también parte de nuestro propio ser, y por supuesto parte de nuestra cultura común. Es, creo, mucho mejor abrazar a ambas, la forma racional y la mítica, para así dar cuenta y entender de una forma más plena (aunque no necesariamente más verdadera) todo lo que nos rodea.

El mito es humano, es un intento por hacer nuestro lo ajeno, lo lejano, lo extraño. Aunque ganemos algo de ingenuidad al empaparnos de él, tal vez también así conozcamos y empecemos a valorar esas formas rudimentarias, pero humanas, que los antiguos emplearon para ver al mundo, quizá, como en realidad es, como parte de nosotros mismos.

2.11.06

Historia [muy breve] de la Filosofía (Introducción)

En realidad, más que una breve historia de la Filosofía, las serie que inicio hoy pretende, tan sólo, ofrecer algunos nombres y unas pocas nociones (básicas, muy básicas...) de filósofos y escuelas filosóficas de la, podemos llamarla así, primera etapa de la Filosofía.

Previamente, sin embargo, hemos de apuntar que en esta relación aparecen únicamente filósofos y escuelas filosóficas occidentales. No es que en Oriente no haya existido la Filosofía (¿alguien está dispuesto a ponerlo en duda?), sino que es mejor, ahora que estamos empezando un recorrido general por las figuras más representativas de esta disciplina, ceñirnos a esta corriente principal... . Tiempo habrá en el futuro para dedicarnos al pensamiento oriental. Prometido.

La Filosofía, tal y como la entendemos en la actualidad (razonamiento profundo y reflexivo del mundo y el hombre, etc.), puede dividirse temporalmente en cuatro grandes bloques: antigua, medieval, moderna y contemporánea. Cada uno de estos bloques abarca diferentes periodos históricos, de distinta duración y con marcadas características propias (sociales, políticas, etc.), lógicamente. De momento, creo que limitaremos esta serie a la Filosofía antigua: aun así hay mucha tela por cortar... .

La Filosofía Antigua está compuesta por dos grandes épocas: la griega y la romana. Esta separación es absolutamente habitual en casi todos los manuales y textos de Filosofía, aunque la verdadera distinción entre ellas no aparece hasta la filosofía de raíces cristinas; anteriormente, los filósofos romanos parecían querer mantenerse en la línea de pensamiento griego.

En cualquier caso, la Filosofía occidental nació en Grecia, concretamente en la ciudad de Mileto, en Asia Menor. Dentro de la Filosofía Griega, se distinguen tres periodos: arcaico, clásico y helenísitico.

Así pues, y para hacernos una idea general de la Filosofía, tenemos:

-Cuatro grandes periodos:

Antigua (desde el siglo VII antes de Cristo hasta el V después de Cristo)

Medieval (entre el siglo VI y el siglo XIV)

Moderna (entre los siglos XV y XVIII)

Contemporánea (siglo XIX, siglo XX y en la actualidad)

Y, a su vez, dentro de la Filosofía Antigua (de la que nos ocuparemos en el futuro más próximo):

Griega

y Romana

Por lo que respecta a la primera, encontramos:

Época Arcaica: que corresponde a los filósofos presocráticos (Tales, Anaximandro, Anaxímenes, en Mileto, y en tierras italianas, Pitágoras, Parménides, Zenón de Elea, Empédocles, Anaxágoras, etc.).

Época Clásica: en la que situamos a tres grandes; Sócrates, Platón y Aristóteles.

y la Época Helénica: donde pueden encontrarse las grandes escuelas de pensamiento filosófico (estocios, epicúreos y escépticos).

Y en relación a la Filosofía Romana:

Todos aquellos pensadores que mantuvieron los cánones y formas griegas, por ejemplo:

Estoicos: Séneca, Marco Aurelio, Epicteto.

Neoplatónicos: Plotino y Proclo.

Aristotélicos: Andrónico de Rodas.

Epicúreos: Lucrecio (un poeta, en realidad).

Eclécticos: Cicerón.

Y, por otra parte, los filósofos seguidores de la doctrina cristiana (que, sin ser filosofía propiamente dicha, marca una importante revolución en el pensamiento humano).

Entre ellos, hallamos a San Justino, San Irineo, Clemente de Alejandría, Tertuliano y, por último, San Agustín.

Así pues, en breve empezaremos a comentar algunos aspectos interesantes de estos pensadores; huelga decir que seguiré un orden aleatorio (quien se pierda, si es que alguien se pierde por perder su tiempo aquí [redundancia voluntaria], siempre puede buscar auxilio en este esquema). Y, también huelga decirlo, mis apuntes serán sólo eso, apuntes, ideas o especulaciones personales, no material canónico y de elevado cariz intelectual. Son sólo pequeñas aproximaciones superficiales a la Filosofía. Aun queda mucho trecho por recorrer antes de alcanzar la sabiduría... .

Diálogos de Platón (VI): "Gorgias"

Gorgias es el cuarto diálogo más extenso de toda la obra platónica. Con Gorgias se inicia el grupo de diálogos que se consideran " de ...