20.3.07

Estoicismo: 'Telos' y virtud

Dentro del estoicismo, otra de las corrientes filosóficas helenísticas (hemos visto ya algo sobre los megáricos o los epicúreos), destacan la presencia de pensadores como Zenón o Crisipo, entre otros. Para Zenón, el fin último de la vida (telos) es "vivir conforme a la naturaleza, es decir, según la virtud" (virtud entendida, en este caso, como sabiduría).

¿Qué quiere decir esto? Podría resumirse en el intento de vivir "según la experiencia de los acontecimientos que se producen según la naturaleza". Y esto es posible porque nuestra naturaleza forma parte de la del universo: la finalidad es, pues, "vivir siguiendo la naturaleza, o sea, según su propia naturaleza y según la naturaleza del universo, sin hacer nada de lo que prohíba la ley común, es decir, la recta razón".

Pero esta moral, por sí misma, es insuficiente. Nos dice Zenón cuál es el camino a seguir y, sin embargo, no sabemos cómo. Para vivir siguiendo a la naturaleza debemos, previamente, tener un adecuado conocimiento de la misma. Aquí entra en juego la física, la que nos permitirá el saber acerca del universo. No obstante, esta solidaridad entre moral y física estaría incompleta sin la aportación, también vital, de la lógica, que nos ofrece alcanzar la "recta razón" en nosotros y unirla a la razón universal.

De esta manera, para hallar la felicidad en nuestras vidas nos vemos impelidos hacia la sabiduría, a la que no se accede sin antes adquirir las tres partes de la filosofía: moral, física y lógica. Este trío de saberes filosóficos pueden verse también como virtudes; en el caso de la física ya que "quien pretende vivir de acuerdo con la naturaleza debe buscar su punto de partida en el mundo en su conjunto y en la forma en que es administrado", y por lo que respecta a la lógica porque "contiene un método que nos impide dar asentamiento a lo falso y nos impide ser víctimas de verosimilitudes capciosas y que, sobre la cuestión del bien y del mal, nos permite elegir bien y defender lo que hemos aprendido".

Todas y cada una de las partes de la filosofía son un pedazo único e imprescindible del todo que es la sabiduría; sin alguna de las tres sería imposible alcanzar la virtud, la felicidad: "ninguna parte está separada de las restantes, sino que son solidarias". De hecho, las tres discilplinas se refieren unas a otras porque "reproducen, incluso en su estructura, la solidaridad que une todas las cosas en el plano de lo real".

Así, si queremos ser seres felices, si deseamos que la virtud penetre en todos nuestros poros es obligatorio que nuestro 'telos' esté orientado hacia la naturaleza, viviendo conforme a ella, lo cual sólo se alcanza por medio del saber filosófico en sus tres partes fundamentales. Podemos, como los sabios, vivir de acuerdo con la naturaleza del universo, en cuyo caso estaremos en conexión con él y alcanzaremos la felicidad por formar parte de una razón universal, o bien podemos, como los necios, luchar contra nosotros mismos, huir de nuestra propia felicidad.

"El hombre es o un sabio o un necio o «uno que progresa». Mientras que el necio vive en escisión interna, el sabio está de acuerdo consigo mismo y con la ley universal. Si él ya no es capaz de soportar su vida externa o sólo puede cumplir sus deberes morales mediante el abandono de la vida, después de ponderar todos los momentos escogerá voluntariamente su propia muerte". (Friedo Ricken)

Tenemos, por lo tanto y según los estoicos, dos opciones principales: por un lado, nos es dada una vida de estéril lucha contra nuestra propia naturaleza, buscando afanosamente nuestro lugar y la felicidad en el lugar y de la forma inadecuada. Por otro, tenemos una búsqueda tras la sabiduría, la virtud, el arte de saber vivir, empleando las tres facciones de la filosofía. En ello se distingue al necio del sabio. Los estoicos también los diferenciaban en que, ambos, son arrastrados por sus propios destinos, pero el primero, el sabio, lo consiente y permite voluntariamente, mientras que el necio se ve arrastrado por él, padeciendo su destino. La diferencia estriba en el saber de uno y otro: el primero conoce lo que depara la vida porque posee la virtud, la sabiduría, pero el necio vive ofuscado sin descubrir jamás por qué lo hace y hacia dónde va.

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