25.3.09

Introducción al pensamiento de Karl Marx (I)



En tiempos actuales, de graves crisis económicas producto de mal uso de nociones, estrategias y procedimientos capitalistas, algunas de las tesis comunistas de Karl Marx (1818-1893) vuelven a situarse, sino como su alternativa, dado la inaplicabilidad de sus postulados originales, por lo menos sí como un refresco intelectual del que aún es posible extraer algunas enseñanzas útiles. En esta serie de seis notas pretendemos ofrecer una perspectiva general e introductoria del marxismo: en la primera parte analizaremos los antecedentes hegelianos y feuerbaquianos de la filosofía de Marx; en la segunda las teorías económicas y políticas que le influyeron, así como la estructura definitiva de dicha filosofía; en la tercera examinaremos el materialismo dialéctico, en la cuarta los problemas referidos al ser humano (las diversas alineaciones) en el ámbito capitalista, en la quinta los sistemas que configuran la sociedad (infraestructura y superestructura), mientras que en la última estará centrada en la cuestión histórica, sus diversas etapas, la augurada caída del capitalismo y la implantación del comunismo.

1) Antecedentes a la filosofía de Marx.

La historia de la filosofía se ha caracterizado por una continua elaboración de nuevas teorías cuya función ha sido enjuiciar críticamente las ideas precedentes. La filosofía de Marx trata de reinterpretar y amonestar ciertos sistemas de pensamiento previos; entre ellos, el poderoso constructo filosófico de Hegel, algunas nociones sobre la alienación religiosa en Feuerbach, la economía clásica de Adam Smith o las distintas teorías políticas preponderantes hasta entonces.

a) En las universidades alemanas donde estudió Marx la filosofía idealista de Hegel era secundada desde dos púlpitos opuestos: la “derecha hegeliana” sostenía la compatibilidad entre la filosofía de Hegel y el cristianismo y eran políticamente conservadores, mientras que la “izquierda hegeliana”, a la que adscribió Marx, rechazaba dicha relación, negando que hubiera posibilidad alguna de contacto entre religión cristiana y filosofía hegeliana, señalando además a la primera como simple mito. En política sostenían que la meta de la historia no se había logrado aún y que persistían numerosas alineaciones personales que era preciso superar.

Para entender a Marx debemos, antes, comprender a Hegel. La filosofía de Hegel concebía la realidad como un proceso en el que cualquier acontecimiento se conecta con los otros pero de forma opuesta, contradictoria, y que terminará por resolverse en nuevos sucesos que eliminarán las contradicciones previas. Este proceso lo entendía Hegel como “dialéctica”, como una situación contradictoria que producía, finalmente, la reconciliación entre ambos momentos. La dialéctica hegeliana, que puede aplicarse no sólo a realidades naturales sino a cualquier tipo de ellas, incluso a situaciones morales, se resume en tres episodios. 1) Tesis (o afirmación, o simplicidad): la aserción de algo considerado como la verdadera realidad. 2) Antítesis (o negación, o escisión): la negación de la situación previa. 3) Síntesis (o reconciliación): momento alcanzado tras negar la antítesis, superándose los dos intervalos anteriores y reasumiéndose ambos.

Esta noción dialéctica de la realidad es precisamente la que heredará Marx. Hegel, por otra parte, identifica las nociones de razón o Dios con las de realidad y mundo, respectivamente, puesto que sostiene un “idealismo absoluto” que conduce a su famosa frase de que “todo lo real es racional y todo lo racional es real”. La realidad y el pensamiento son, pues, una y la misma cosa, así como Dios y el mundo, por lo que en virtud de este panteísmo en el proceso histórico lo que acontece es, en definitiva, la realización, no de las personas o de los pueblos o estados, sino la autorrealización del Espíritu (o la Razón, Dios, la Mente, el Absoluto, etc.). Dicha autorrealización, que consiste en la liberación de toda contradicción, conflicto o alienación, sólo puede lograrse, nos dice Hegel, en un ámbito estatal absoluto, esto es, en un estado donde lo individual, el yo, se identifique con la colectividad, con el nosotros.

Marx aceptó y rechazó algunas de las tesis hegelianas de la historia. Recogió, por ejemplo, la noción de dialéctica, que el curso de la historia es necesario y transita de forma dialéctica (aunque, puntualiza, su misión no es la reconciliación entre el yo y nosotros, sino la eliminación de las desigualdades económicas y sociales), así como el concepto de enajenación (o alienación), que aunque para Hegel tiene un carácter más espiritual para Marx es más bien producto de causas económicas. Rechazó, por otra parte, que se haya alcanzado ya la autorrealización del Espíritu, dada la situación de vida tan precaria del proletariado; también que todo lo real es racional, dadas dichas condiciones inhumanas, a todas luces lejos de lo racional; además, Marx sostiene que el concebir la Historia como algo cuyo devenir es inevitable (todo lo que sucede debe suceder, según Hegel) entonces se están aceptando las agresiones y violaciones de los poderosos hacia los débiles, justificando las atrocidades y dejando de luchar para lograr un mundo mejor y más justo. Por último, Marx valora que aquello que tiende a desarrollarse en el proceso histórico no es un inconcreto Espíritu, sino las situaciones personales propias de cada sujeto, y en concreto las situaciones materiales en las que viven.

b) Ludwig Feuerbach fue uno de los principales exponentes de la “izquierda hegeliana”, y entre sus críticas a la facción filosófica opuesta se halla de la creencia religiosa, que según Feuerbach está en la raíz de toda alienación de las personas. Para él Dios no es más que una burda invención concebida para ilusionar a las gentes con otra vida mejor, o sólo porque éstas se hallan insatisfechas y, con la noción idealizada de un dios compensan su miseria existencial. Para romper las ataduras que ligan al pueblo con fantasmas imaginarios y tratar de que mejoren su circunstancia actual, para liberarlo, arguye Feuerbach, es necesario prescindir de la religión cristiana, y de cualquier religión.

Marx, aunque está de acuerdo con aquel en lo referente al influjo perjudicial de la religión, cree que la alienación fundamental del ser humano no es la religiosa, sino la económica; no hay que liberar religiosamente al hombre para lograr su emancipación material, sino conseguir ésta primero y, sólo después, tratar de eliminar la ceguera ante las doctrinas piadosas.
(Continuará)

1 comentario:

Víctor Salmerón dijo...

¿Era Marx un científico? No, claro que no, en el sentido de Popper, Bertrand Russell, o el círculo de Viena. Pero, hay que entender, Marx no respondía a esos criterios cientificistas, dogmáticos y anticientíficos. La ciencia a la que Marx suscribía era dialéctica, antropológica y ética. El fin último de la ciencia como la entendió Marx consiste en desvelar o develar el ser que se esconde en sus apariencias. La ciencia moderna se pierde, no en vano ciertamente, pues las contribuciones que ha hecho, sobre todo en el terreno práctico, son, sin duda, innegables y beneficiosas hasta cierto punto, en las apariencias, en lo óntico, y olvida, el fundamento, el ser.

El ser de algo, debido a la limitación de nuestra capacidad cognitiva, no es captable en su totalidad. Es por eso que si no se presta atención, fácilmente se puede caer en el simplismo, como lo hace la mayoría de científicos y epistemólogos modernos, de tomar una de las manifestaciones positivas de aquel como el ser mismo, a pesar de que sea sólo un aspecto parcial de aquel. Dado que éste no se manifiesta, porque sólo se le puede aprehender teóricamente, esa es la tarea fundamental del científico, mostrar el ser, que se enmascara en las apariencias. El análisis de Marx abarca el concepto, el momento dialéctico, y la categoría, que es el momento analítico; es pues claro, que esta forma de tratar el objeto de estudio es mucho más profunda que la de la ciencia empírica que se limita al análisis de lo óntico, del dato, de lo abstracto.

De una lectura extremadamente defectuosa sobre Marx por parte de Louis Althusser, se proliferó la idea, infundada e irresponsable, de que el Marx joven era un simple idealista y sin ningún atributo científico digno de valorar, pero el adulto, el del capital, era el científico. Esto, como se sabe, no es verdad. Marx fue en su totalidad una persona, compuesta, como cualquier otra, de múltiples momentos, pero en cada uno de ellos, él mantuvo ciertas ideas, mojones, fundamentales de su sistema.

De hecho, la ontología del capital ya estaba presente en un examen que presentó en su clase de religión, (composición sobre religión, agosto de 1835) realizada cuando apenas aquel era un jovenzuelo. En ella dice que "tenemos que estar unidos a Cristo en la más viva comunidad (Lebendige Gemeinschaft)" (Dussel, 2008). Algo que Marx siempre mantuvo, en cada faceta de su vida, fue la idea de "comunidad viva". Por lo tanto, la idea de partir a Marx en dos: uno idealista y científico el otro; a mi juicio, es algo deshonesto intelectualmente; lo menos que se puede decir sobre la interpretación superficial de Althusser, es que es ridícula y completamente arbitraria; no debería ni de ser refutada.

El ser, como sabemos, no se puede captar de manera inmediata, pero se le puede alcanzar teóricamente como una totalidad, como un concepto. Por ejemplo, el edificio de una escuela, las sillas, el pizarrón y todas las otras cosas que en dicho recinto se vean son justificados dentro de la totalidad concreta pedagógica. Todo lo demás que allí se vea es abstracto, sino se conoce el ser o la totalidad que subsume y da sentido y unidad a todos esos fenómenos que son un momento en el proceso de aquella; en la totalidad todos esos fenómenos son subsumidos, unificados y por lo tanto tienen sentido y no son puramente abstractos. El ser de algo es la esencia, es lo que le da razón de ser a las diferentes determinaciones que se manifiestan en el nivel positivo. La escuela ( lo dialéctico), por ejemplo, como escuela no la podemos tocar, podemos ver sus distintas determinaciones objetivas( lo analítico) (edificio, sillas, pizarrón y muchas otras determinaciones); se llega al concepto de escuela si se abstraen todas las determinaciones que se manifiestan de lo contrario, no.

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