13.4.09

Introducción al pensamiento de Karl Marx (III)



(Primera y Segunda Parte)

3) El materialismo dialéctico.

Una teoría como el marxismo necesitaba sustentarse en una visión armónica de la naturaleza y el ser humano, unir una y otro en una matriz común que excluyera cualquier idea o noción espiritual de ambos. Pero Marx tan sólo esbozó algunas reflexiones primerizas acerca de una explicación sobre la realidad natural; como dijimos, el trabajo grueso fue obra de Engels. Su producción (que recoge su libro “Dialéctica de la naturaleza”) suele caracterizarse como “materialismo dialéctico”, y para distinguirlo del materialismo dialéctico (propiamente marxista) se usa la abreviatura “Diamat” (que designa, además, la doctrina oficial marxista en la desaparecida URSS a lo largo del periodo estalinista).

En algunos aspectos el marxismo engeliano es un tanto “infiel”, como señala Ferrater Mora, a ciertas nociones básicas de Marx. Por ejemplo, porque éste sostenía que las leyes históricas no podían conjugarse en modo alguno con las físicas. Este vio en el hombre un ser creador, natural y libre desde un primer momento, pero aquel lo definió mejor como un ser "solamente natural". No obstante, en muchos otros puntos el materialismo dialéctico "completa" al histórico.

Engels se enfrentó al idealismo de Hegel. No obstante, gracias a las ideas de éste pudo elaborar una “filosofía de la naturaleza” capaz, creyó, de descartar y sobresalir por encima de las cumbres del materialismo mecanicista, que era típico en las ciencias (así, la mecánica moderna) y en algunas interpretaciones de la filosofía de la ciencia hacia finales del siglo XIX. Para Engels se trata de un materialismo vulgar, y carece de los avances en áreas de la química y la biología (la teoría de la evolución de las especies). Tampoco cuenta para este materialismo mecanicista que las ciencias no son instrumentos o métodos al margen de las condiciones sociales.

Como no podía ser de otra forma, el materialismo dialéctico se sustenta partiendo de los supuestos básicos a todo materialismo. La única realidad que existe es la materia y el movimiento (o, en otras palabras, la materia y sus procesos y cambios, su evolución). La presunción hegeliana de suponer un Espíritu o Absoluto es innecesaria y vacua, dado que todo lo real es material. Hegel acertó cuando insistió en el carácter global y dialéctico de los cambios en la naturaleza, aunque se equivocó crasamente al creer que estos cambios eran expresiones del Espíritu. Lo que cabe hacer es, afirma Engels, “invertir” la idea hegeliana y colocar en el principio a la materia. Lo que cuenta no son las cosas, ni las partículas que las forman, sino los procesos que dan forma a la realidad natural.

La materia conforma el germen del que partirá la vida y, posteriormente, el ser humano. Pero para que pueda haber la trasformación de uno en otro se necesita una evolución de tipo dialéctico; en la naturaleza los procesos no acontecen de forma aleatoria o azarosa. Muy al contrario, siguen leyes, leyes “dialécticas”, de las cuales destacan tres (algunos sostienen que son sólo tres). Según palabras del propio Engels:

“Las leyes de la dialéctica se abstraen, por tanto, de la historia de la naturaleza y de la historia de la sociedad humana. Dichas leyes no son, en efecto, otra que las leyes más generales de estas fases de desarrollo histórico y del mismo pensamiento. Y se reducen, en lo fundamental, tres: -a) ley del trueque de la cantidad en cualidad, y viceversa; -b) ley de la penetración de los contrarios; -c) ley de la negación de la negación.” (“Dialéctica de la naturaleza”, Grijalbo, Barcelona, 1979)

A) La ley del paso de la cantidad a la cualidad supone que el cambio, el proceso natural, no consiste en una simple agregación de elementos, sino que, dados en una cierta cantidad, se accede a una nueva configuración un todo superior (a una cualidad), dependiente de la naturaleza propia a cada fenómeno material. Por ejemplo, las oscilaciones de temperatura exigen una especie de reconstrucción (un cambio de estado), una nueva forma de organización material. Igualmente, todo incremento de complejidad en un sistema nervioso puede llevar a una realidad psíquica superior (la cualidad de la conciencia y el pensamiento).

2) La ley de la unión y la lucha de contrarios implica que todo movimiento y desarrollo, todo proceso y su evolución, no obedece a causas externas más allá de las mismas cosas, ni a la acción de un hipotético primer motor, sino que parte de las mismas contradicciones de la naturaleza, una especie de tendencias opuestas en el devenir de la naturaleza y de la sociedad.

3) La ley de la negación de la negación, por su parte, explica la noción de evolución, de progreso, caracterizando a cualquier acontecimiento o suceso como contradicción de un primer estado, que es a su vez es negado o eliminado. Así, se regresa a una situación similar a la original, pero encontrándonos en una realidad superior. Por ejemplo, una planta sería la negación de la semilla a partir de la que creció, pero su posterior evolución conlleva una negación de la planta, que acabará convertida en un cúmulo de nuevas semillas. Engels sostiene, de esta forma, que el movimiento mismo está lleno de contradicciones, pero que se trata de contradicciones “objetivas”, puesto que permiten explicar los cambios naturales.

Puestas estas tres leyes en perspectiva, podríamos concluir afirmando que el ser humano es un ser material, y natural, que evoluciona y crece a medida que transforma la misma naturaleza que le da forma. En este contexto, la idea de Dios es fútil, y de hecho, no hay realidad espiritual alguna que pueda insertarse en esta noción del ser humano. Todo lo humano, en consecuencia, es producto de la materia, por lo que no hay nada más allá de esta vida presente, debiéndose buscar la felicidad, afanosamente, en el mundo que nos rodea, dado que no existe ningún otro que nos espere a nuestro fin.

(Continuará)

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